top of page

Perugia

Repetidamente comparamos.

Inconscientemente intentamos clasificar, ordenar, relacionar.

Eso fue lo que me ocurrió con esta ciudad.

Perugia.

Aprovechando el Eurochocolate cogí un bus en dos horas aparecí en este pueblecito medieval.

Del Lazio a Umbría. Me sigue fascinando las pequeñas diferencias entre cada región.

Lo cierto es que cuando llegué hacía frío, había muchísima niebla y la cuesta para llegar a la zona de arriba no terminaba nunca. Por eso cuando conseguí llegar me pareció aun más bonita.

La primera impresión fue haber retrocedido varios siglos atrás.

Universidad del año 1308.

Palazzo dei Priori.

La Rocca Paolina.

La Guerra de la Sal.

Baglioni y Farnesi.

Y toda esa historia camuflada entre iglesias y lealtades que tanto caracteriza este país.

Dejémonos la historia y hablemos de comida. Me encantó el eurochocolate.

Multitud por todas partes. Padres. Amigos. Vendedores. Solitarios.

Y chocolate. Mucho, mucho chocolate. Así que ya podéis imaginarme.

Siendo franca, en todas las webs que he leído aparece el Eurochocolate como una fiesta a nivel europeo, gigantesca, con kilos y kilos de chocolate.

Y no, no es tan europea, pero si muy italiana.

Creo que ese descubrimiento fue lo que hizo que me gustara más.

En el fondo no somos tan diferentes los italianos de los españoles.

¿A qué me refiero con "no es tan europea"?

Perugia es un pueblo pequeño (comparado con Roma que nunca acabas de conocerla) que puedes recorrerlo en un día. El Eurochocolate eran las dos calles principales. Y sí, habían un montón de puestos y esculpían estatuas de chocolate pero tal y como lo describen piensas que es como el mercado de Porta Portese (Trastevere).

Ahora, merece muchísimo la pena ir. Me encantó.

Ya no solo por el chocolate (que es una buena excusa para ir) o por la cantidad de gente (italianos y erasmus) que habían sino por la ciudad de Perugia.

Además, si sales de las dos calles principales te encuentras con una ciudad sola para ti.

GALLERIA NAZIONALE DELL'UMBRIA

Lo bueno de que la gente prefiera gastarse el dinero en chocolate que en un museo. Y que gracias a mi maravillosa y preciosa y adorable y genial matrícula de arquitectura vuelvo a entrar gratis, decidí darle una oportunidad a este museo.

En realidad lo que me interesaba en un principio era ver el edificio por dentro ya que el Palazzo dei Priori me parece precioso.

El museo estaba vacío para mi. Y nos lo íbamos turnando una mujer con su hija y un señor solitario como yo.

Una de las cosas que no me gusta de Roma es que si quieres ver un buen museo tienes que estar con mucha gente. Que te miren, que no te puedas parar delante de una obra y mirarla, anotar cosas en tu libreta, buscar en wikipedia. Todo el tiempo medido.

Así que lo que parecía una sala con algún que otro retablo se convirtió en un museo de dos plantas y un montón de habitaciones.

Farnesi. Barberini. Scannabecchi. Murrone.

Para que os hagáis una idea, hay más de 3.000 obras expuestas en 40 salas.

Y hay obras del Duecento, del Trecento y del Quattrocento, del Renacimiento y Gótico.

De todas las obras que había me quedo con un fresco que había en una de las salas que contaba la historia de la familia Farnese, relacionándola con los Borgia y con la Guerra de la Sal. De porqué se construyó la Muralla, y porque de repente un pueblo se reveló contra los Estados Pontificios.

Así que ya os dejo que investiguéis por vosotros mismos.

Basilica di San Domenico

Intentando volver de camino al bus me encontré con una puerta. Cuando ya llevaba mis cinco minutos dentro me di cuenta que era la puerta trasera de la Basílica de Perugia.

Que basílica más curiosa.

Lo cierto es que me sorprendió. No porque fuera enorme y estuviera en un pueblo tan pequeño, teniendo en cuenta la historia de esta ciudad algún motivo importante tuvo para su creación.

Me sorprendió porque era blanca.

Estaba iluminada con lámparas, como las que podría tener en casa. Solo en una capilla habían restos en la pared de que en un pasado estuvo pintada.

No habían casi estatuas, ni cuadros. Y estaba vacía. Nadie. Tan grande y silenciosa.

He intentado buscar información pero lo cierto es que no me ha resuelto nada, supongo que algún dia descubriré algo sobre este lugar.

Justo al lado había un jardín que ahora es el Museo de Arqueología. Estaba ya cerrado pero se podía acceder.

Mi último descubrimiento del día no fue una catedral, ni un museo, ni un paisaje.

Fue una ventana.

Y un señor mayor italiano.

Foto móvil. Cámara sin bateria.

Aunque esta historia prefiero contárosla mejor en persona.

bottom of page