Cuando viajar se convierte en postureo
- eliamontagud
- 23 sept 2016
- 1 Min. de lectura
Y sí, yo también lo hice en su momento.
Parece que hoy en día se viaja para demostrar, para enseñar, para lucir.
Tengo una foto en la Fontana de Trevi, tengo una foto en el coliseo, tengo una foto con un gelato. Mi vida es perfecta.
¿Qué hay de sentarse en la Fontana y lanzar una moneda mientras cierras los ojos? Y sí, sin foto ni video.
¿Qué hay de perderse? Entrar en una iglesia desconocida, en el claustro de un palacio, preguntar a la persona que tienes sentada en el transporte público.
De guardarte la cámara para que piensen que no estás descubriendo nada, para que te tomen como uno igual.
De sentarte y escribir. Sin nadie que te diga a que sitio debes ir, el tiempo que tienes para comer o la tienda de souvenirs en la que tienes que comprar.
Si paseas un poco por el centro de Roma te darás cuenta. La calle principal está llena siempre de gente.
Las mismas fotos.
Los mismos comentarios.
Un turismo desgastado.
Pero si cruzas justo enfrente, hay una o dos calles paralelas que esconden una biblioteca de libros antiguos, un jardín de un palacio privado donde te dejan entrar, una iglesia con unos frescos y unas figuras increíbles.
Pero no son los de la guía.
Y no puedes decir que has estado en Roma.




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